La
enseñanza se asocia habitualmente con lo que hacen los profesores, y a menudo se evalúa
en función de lo que hace el profesor. Numerosos autores están de acuerdo hoy en que la mejor manera de evaluar la enseñanza consiste en la observación de lo
que hacen sus alumnos. A los profesores no les hace falta ocupar el proscenio
para ser eficaces. Más bien deberían salir de la escena y permitir a los
alumnos ocupar los papeles principales, ser
responsables y cumplir su aprendizaje de manera autónoma.
Muchas estrategias de
enseñanza pueden favorecer el logro de ese objetivo. Los
alumnos pueden desarrollar su autonomía gracias a los métodos de autoenseñanza.
Y a pesar de que el sentido de la responsabilidad y la independencia son
cualidades importantes, será también necesario aprender a trabajar con otros
para conseguir un fin colectivo. Podremos afianzarlo a través de la enseñanza
de los compañeros y el aprendizaje cooperativo. Es del
todo aceptable que los profesores dejen el protagonismo a los estudiantes,
ellos deben ser gestores de su aprendizaje.
Hay que reconocer que no es fácil
poner en marcha ciertas estrategias para conseguir estos objetivos. Los
profesores deben perfeccionar sus habilidades de organización y actitud de
generosidad para crear un ambiente ordenado en el que los alumnos puedan
aprender a funcionar eficazmente en sus nuevos papeles por si mismos. Estos métodos serán muy
adecuados para atender a la diversidad de alumnado que hoy en día se encuentran
en las aulas, cada vez más heterogéneo por su multiculturalidad y por las necesidades de refuerzo educativo que presentan algunos de ellos, como los alumnos con TDAH, dislexia, altas capacidades o discalculia, entre otros perfiles educativos diferentes.
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