Según (Cusak
2008) “Las dos épocas en la vida de las personas durante las que más se necesitan
a los animales es cuando se es o muy viejo o muy jóven”, aunque, no en vano,
siempre nos venga bien un poco de amor y compañía.
Sabemos que los animales domésticos satisfacen la necesidad del niño de
abrazar, achuchar, jugar y de tener un
compañero por el que ser aceptado incondicionalmente. A su vez, su compañía potencia
su autoestima, empatía y habilidades sociales, proporcionándole entornos favorables
donde interactuar, distanciados de la TV o de La Play. Además, si le hacemos partícipe
de la educación de su perro, se verá beneficiado su sentido de la
resposabilidad, al pasar de educando
a educador. Potenciará además la sensibilidad y las buenas prácticas con los
animales.
Debemos
desterrar el mito de que el perro tiene que estar en casa desde cachorro, para
conocer bien al niño. Nada más lejos de la realidad. Un perro de 3 años, adoptado de una Protectora, y que no presenta
ningún problema de comportamiento, como es el caso en la mayoría de ellos,
necesitará solo unos días o pocas semanas para adaptarse a la nueva familia. Un
poco de paciencia y tranquilidad, y tendrán al mejor amigo en casa.
Otro
gran error que se comete a menudo, y que es muy duro por sus consecuencias, es el
de abandonar o dar al perro por la llegada de un bebé a la familia. Nuestra mascota no tiene ningún
motivo para no aceptar a ese nuevo miembro. Al contrario, estará allí para
jugar con él y darle cariño. No importa si es un perro grande o pequeño, de
raza o mestizo. Cualquier perro normal, esto es, sin ninguna patología, se
adaptará rápidamente si seguimos unas pautas de adaptación progresivas. Deberemos prever que el perro o gato no le haga daño involuntariamente. En
ese sentido, habrá que vigilar si el perro
es muy grande en proporción al niño, sino le hemos cortado las uñas al animal, o bien si es joven y sus movimientos aún son
torpes. Al principio podrá parecer que no hay tiempo para coordinar las salidas
del perro con las tomas del bebé, etc, pero las etapas de los niños se superan
muy rápidamente, y nuestra querida mascota sabrá aguantar paciente a que su “peque”
acabe el biberón para poder salir.
Además, está demostrado que un animal de compañía ayuda a superar cuadros
depresivos y de ansiedad. El tener que sacar al perro dos o tres veces al día,
y darle unos paseos, será una terapia perfecta para el dueño. Además, el perro conoce
su estado de ánimo, y no le gustará verle triste. Si le ve decaído le lamerá,
intentara jugar con Ud. o simplemente se sentará a su lado para darle soporte. Conozco
un perrito adoptado al que le encanta secar las lágrimas de su pequeña dueña
cuando llora, y ella, rápidamente se ánima y se pone a jugar con él. Se pueden
añadir otros muchos beneficios que aportan los animales entrenados, como los de
Asistencia a personas ciegas, o los perros de Terapia para niños con Autismo o Síndrome
de Asperger.
Por
supuesto, sería muy positivo que esta generación de niños, y venideras, creciera
junto a algún animal de compañía, preferiblemente perro o gato, pues se paliarían
muchas de las carencias afectivas que muchos niños de esta generación tienen. Debido
a las exigencias del mundo laboral, los padres no les pueden dedicar a sus
hijos tanto tiempo como querrían. No obstante, es importante tener en
cuenta que el perro también tiene unas necesidades, a las que tendremos que
prestar atención en todo momento, como son comer, pasear o acudir a veterinario.
F.: S.
Reig, Etóloga Canina por AEPE
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