Es
igual de respetable la decisión de comunicarle a su hijo su potencial como la
de no hacerlo. Esto último suele darse en familias que deciden no afrontar el tema por
desconocimiento, desconcierto, o simplemente porque no obtienen respuesta
favorable de intervención en el colegio. Incluso, se da el caso que aún llevándose a cabo enriquecimiento o
ampliación curricular, no se le dice nada. El miedo a que el niño “se lo crea”
supera a los padres. Pero aún siendo una opción más, los psicólogos coinciden
que no es la más recomendable.
Hoy sabemos que los niños aceptan de forma muy sencilla su alta capacidad (AC) si
les informa con sencillez y realismo. Son totalmente
conscientes de su diferenciación, no en vano son AC, aunque no la relacionen
con algo positivo. De ahí la baja autoestima que presentan en ocasiones estos
niños. Darles una razón positiva por la cual se sienten diferentes les ayuda a
aceptarse. Todos somos únicos, eso es un concepto básico que debemos
transmitir. Y siempre habrá algo en que cada niño destaque, y algo muy claro en
lo que incidir para mejorar.
Pero no hay
receta para anunciarlo, dependerá del niño, su madurez y del tipo de
comunicación que se tenga con él. Se puede comenzar diciéndole al niño o niña
que todas las personas somos diferentes y que algunas poseen
habilidades destacadas en unas áreas, que tienen una capacidad para aprender más
desarrollada, pero sobre todo que el ser superdotado no significa tener éxito
en todo.
Deberemos ser consecuentes con ello, y poner énfasis en el proceso de
sus tareas, más que en el resultado. Muy sabiamente,
una madre le dice a su hijo Pol de 6 años, mientras cocinan su plato favorito
“cariño, en tu cabecita tienes más masa de pizza de lo habitual. Pero fíjate,
es más difícil de amasar. Tener más capacidad significa poder aprender más,
como a ti te gusta, pero tener que trabajar más para conseguirlo. Tus papás te
ayudarán siempre”.
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